lunes, 15 de abril de 2013

Capítulo 1


Capítulo 1

13/12/2009
Querido abuelo:

Llevo semanas sin escribirte y es que he estado bastante ocupada. Te echo mucho de menos, pienso en los buenos momentos que vivíamos en la casa del campo y no puedo evitar llorar. Siento que la vida ahora no tiene sentido, sin ti, sin la abuela, sin papá, sin mamá... Toda la gente a la que quiero me acaba abandonando, pero no parece igual con la familia que me ha sacado del orfanato. ¡Sí, por fin me han adoptado!
Llevo viviendo con ellos dos meses. Esta familia es muy agradable, no es como la nuestra pero al menos no siento tanta soledad y encima no me han obligado a cambiarme el apellido. El tiempo no es muy diferente al de casa, así que no hay mucho que decir al respecto. La casa es genial, en Londres. ¿Quién nos diría que yo viviría algún día en Londres? La familia ya te he dicho que no es como la nuestra, se compone por el Sr. Thurmond y su mujer, y los 2 hijos, una niña de 9 años y un niño de 16. Vivimos en una casa adosada de 3 pisos. Cuando llegué me ofrecieron un cuarto bastante grande en el primer piso, pero cuando subí a la buhardilla supe que ese iba a ser mi cuarto.
El colegio es lo único que me desagrada y lo que ha generado disputas en la casa. Es un colegio privado a las afueras de la ciudad y me parece totalmente horrible. Nos hacen ir con falda, nos hacen rezar aunque no seamos católicos,... Y es que mi cuarto de la casa es genial, el problema es que solo lo piso de viernes a domingo porque dormimos en el colegio. Las niñas con las que duermo son escandalosas, todas las noches se quedan cuchicheando ya esté yo estudiando, leyendo o durmiendo no me dejan dormir. El resto de los alumnos ni siquiera saben que existo, aunque lo prefiero. Los niños más pequeños son demasiado revoltosos. El hecho de que tenga 17 años y ellos 8, no les impresiona como para tenerme un poco de respeto. Y los profesores... Creo que no hay que decir más, simplemente odio esa escuela. Por lo que cuando el fin de semana pasado llegué a casa y les dije a mis nuevos padres que no quería volver más al colegio fue la hecatombe. Me regañaron, me gritaron, todo lo que oía era que si abandonaba no iba a ser nadie en la vida, que iba a trabajar en un restaurante de comida rápida, reponiendo comida en un supermercado o, peor aún, viviendo debajo de un puente.
Después de mucho discutir se dieron cuenta de que no se iban a salir con la suya, así que para hacerme sufrir más me han obligado a trabajar. Eso sí, les he tenido que suplicar que no me quiten de las clases de Kung- fu. Dicen que ya que no voy a ir a la escuela que al menos lleve dinero a casa y que haga algo con mi vida, por lo que me han metido en una tienda cochambrosa de animales como dependienta. Ahora no sé qué es peor, si tener que soportar a mis compañeros y profesores o si tener que pasar todos los días por el pasillo de reptiles y arácnidos.

Loreen May Yeatts
xxoo

Doblé la carta, la metí en un sobre y, como llevaba haciendo desde hacía 1 año y medio, agarré el mechero. Era una pequeña tradición que me había propuesto cuando mi abuelo murió. Le escribía cartas que al finalizar quemaba. Podía ser muy raro, pero era la única forma de desahogarme sin pegar puñetazos a las paredes ni cosas por el estilo.
Mis padres murieron en un accidente de coche cuando yo tenía seis años. Fue una época muy mala y me fui a vivir a la casa de mis abuelos en Essex. Soporté la falta de mis padres gracias a los apoyos de mis abuelos, pero cuando tenía 10 años mi abuela falleció de un ataque al corazón. Fue rápido. No sufrió. Esa era la filosofía que mi abuelo y yo seguimos para no volver a caer en la depresión que antaño se había debido a la pérdida de mis padres. No tuve una vida llena de facilidades como la de otros niños, pero tenía lo suficiente para apaciguar la tristeza que sentía en mi corazón.
La desgracia es que hace dos años, mi abuelo, Jason Yeatts, murió. No pude saber las circunstancias porque no me permitieron hacerle la autopsia. Me lo quitaron de las manos del mismo modo en el que se va un suspiro.
Cuando se murió él ya no me quedó nadie más en este mundo que me ofreciera cobijo. La familia de mi madre nunca había tenido relación con ella, creo que ni siquiera saben de mi existencia. Así que los servicios sociales no tuvieron otra alternativa que mandarme a un orfanato de Manchester, donde viví durante casi dos años.
Nunca fui una chica modelo. No me he propuesto en lo que llevo de vida ser perfecta, porque no es necesario, ya sé que no lo soy. En el colegio no sobresalía mucho por mis notas y tampoco me hacía notar en clase, pero sacaba notas decentes. Desde que vivía en Essex había querido estudiar Criminología, Psicología, Investigación criminal,... Desde el accidente de mis padres siempre había querido investigar más a fondo pero nunca se me había permitido. Decían siempre que eso sería más perjudicial al revivir el momento. Pamplinas.
Hace cuatro meses vino una familia de Londres al orfanato. Habían querido tener un hijo más, pero descubrieron que la mujer, por culpa de pastillas de la ansiedad, se había quedado estéril. No podía tener hijos. Razón por la que querían adoptar. No sé qué fue lo que vieron en mi, pero dos meses después vinieron en mi busca y aquí estoy.
Me levanto de la silla del escritorio y me asomo en el armario. Es la hora de dormir ya y me tengo que poner el pijama, mañana empieza mi primer día de trabajo. Echo un vistazo en el espejo y veo como mi pelo negro como el azabache me ha crecido considerablemente, no me había fijado. Llevaba normalmente el pelo recogido por lo que no le había prestado mucha atención. Me pongo el pijama. Verde, mi color favorito. Resalta mis ojos que son del mismo color.
Me sobresalta la puerta abierta.
-Querida, ¿quieres que te prepare algún té o infusión antes de irte a dormir?- Pregunta la sra. Thurmond.
-No, muchas gracias... Voy a dormir pronto, me espera una semana muy dura.
Se ríe y sale de la habitación.
Me meto en la cama con mi bolsita térmica, mi felicidad es enorme al recibir tanto calor. Antes de recostarme sobre la cama saco de la funda de la almohada un libro. Estaba un poco mal cuidado, las tapas de cuero negras estaban muy maltratadas por las mudanzas y por los golpes que le habría pegado mi padre. No era un libro muy divertido, a decir verdad no entendía nada de lo que venía dentro. Eran formulas, mapas, fotografías,... No conocía a ninguno de los que habían fotografiados. Mi abuelo siempre me decía que cuando fuera mayor entendería todo y que si era un poquito dura de cabeza me lo explicaría él mismo. Ahora no había nadie que me explicara de que iba por lo que llevaba dos años intentando entenderlo, y lo entendía. El problema es que no le veía ningún sentido a nada de lo que venía escrito, no sabía como mi padre podía haber tenido eso. En un despacho de oficina no creo que sean muy útiles unos mapas o fotografías de hombres y mujeres extraños. Si fueran sus empleados... Pero es que esos papeles no los llevaba mi padre... Me desespero. Vuelvo a meter el libro en la funda y me recuesto sobre la cama. Mañana, Lunes, sería un nuevo día, un comienzo de una nueva vida como dependienta de una tienda de animales... Sería una semana muy dura, así que para estar fuerte y despierta por la mañana me acuesto y despejo mi mente de todas mis preocupaciones. Y es que era verdad que esa semana iba a ser dura, esa semana mi vida cambiaría en un giro de 360º.

Mientras en el salón del primer piso:
-Ya se ha dormido.-Dice la mujer mientras bajaba los últimos escalones.
-Tenemos que hablar Angelina, es muy importante.- Suena la voz de un hombre que estaba en la esquina de la habitación. Es el marido de Angelina, el señor Thurmond, un hombre de estatura alta. Se gira hacia su mujer que acaba de entrar en la habitación, se sienta en un sofá que hay al lado de la chimenea ya encendida y se vuelve a meter la pipa que llevaba en su mano en la boca.
-¿Qué pasa Thomas? Hacia tiempo que no cogías la pipa, ni siquiera sabíamos donde estaba.
-La encontré por instinto, y además es algo que me relaja... Pero dejemos de hablar de la pipa de una vez, esto no es lo importante.-Thomas decía nervioso.- Han llamado.
La mujer se queda de piedra. Su rostro muestra terror. Dos palabras que tan solo ellos dos podrían entender sin falta de más explicaciones.
-Pero...-Intenta decir.-...¿Qué han dicho? No nos han dado tiempo a hacer nada.
-No quieren esperar más. Lo necesitan de inmediato y no van a dejar escapar más de su preciado tiempo, ya han esperado suficiente.- Dijo el hombre con una voz dura y firme, no iba a cambiar las palabras utilizadas porque las cosas debían ser de ese modo.
-¿Eso es lo que piensas tú o lo que quieren ellos?-Dice la mujer exasperada.
-Eso es lo que ellos quieren, Angelina. No podemos hacer nada, nosotros solo somos los instrumentos para ese plan. ¿Crees que yo quiero esto?-Pregunta sin esperar respuesta.- Esa muchacha guarda algo que ellos quieren, y no van a dejar que después de todos los intentos por obtener eso durante veinte años perder la oportunidad que han obtenido gracias a nosotros.-La mujer no parecía muy convencida con lo que su marido decía, por lo que se levanta de su asiento, va hacia ella y la coge por los hombros delicadamente.-Mira, esta gente es peligrosa. A mí tampoco me gusta mucho la idea de que vengan a por la niña, me han dado la palabra de que no le tocarán ni un pelo. Solo quieren el libro que guarda.
La mujer decepcionada se desprende a su marido de encima y sube a su habitación. Le había cogido cariño a la niña por muy cabezona que fuera y aunque hubiera abandonado la escuela, pero no querían que le hicieran daño.
Thomas, molesto por como su mujer se había ido, se vuelve a sentar en su sofá en frente de la chimenea. Nunca había imaginado las cosas así de rápido. El plan era sencillo. Adoptar a la chica, sumirla en un puro teatro y acercarla lo máximo a la familia, que se sintiera una más. Pero no habían caído en la posibilidad de tal vez cogerle algo de cariño. Y ya era el momento de entregar el paquete. Los “jefes” querían ya su pedido, estaban cansados de esperar, de maquinar planes y de que todos salieran mal. No podía imaginar unas personas con tan pocos escrúpulos que fueran capaz de dejar sin vida a una familia entera por un estúpido libro. Habían caído familiar tras familiar por culpa de ese preciado objeto, y ya solo quedaba la infanta. Así que ya no lo dejarían a más. Les había rogado que a la niña no le hicieran daño y ellos le habían dicho textualmente: “La chiquilla no sufrirá, no le tocaremos ni un pelo tranquilo. Todo será rápido, ni se enterará...”. Habían sonado risas al final de esa frase, por lo que Thomas no sabía si debía fiarse o no de su palabra.
Ni había visto el libro, ni conocía el contenido del mismo, ni había visto a las personas que lo deseaban. Habían contactado con el londinense por teléfono, él no se lo había dado, pero misteriosamente lo consiguieron. Le contaron su plan, el premio que recibirían por llevarlo a cabo correctamente y las instrucciones. En ese momento la economía de la familia Thurmond había sufrido una pequeña crisis y Thomas se había quedado en paro, no tenía dinero con el que alimentar a su familia y pronto los echarían de su preciada casa, así que no lo dudo cuando escuchó la enorme suma de dinero que estos misteriosos señores les daban por conseguir un libro. Así empezó todo seis meses atrás. No le habían dicho el nombre del internado, ni dónde encontrarlo, por lo que fue muy difícil soportarles durante esos dos meses de búsqueda. Por suerte lo encontraron.
Y ahora, vienen después de otros dos meses con la chica en casa a por el libro. Esa misma tarde había llevado de vuelta a sus hijos al colegio tras saberse la próxima visita de esos señores, no quería que ningún miembro de su familia sufriera. Por lo que desde hoy, domingo 13 de diciembre de 2009, vivirán en esta casa solo 3 personas hasta la visita tan esperada y tan poco deseada por parte de estos amigos de la familia.
Iba a ser la semana más duras de sus vidas... De sus cortas vidas.

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