viernes, 19 de abril de 2013

Capítulo 3


Capítulo 3


11/07/1998
Hija mía, 
ahora eres demasiado pequeña para entender las cosas, pero sé que cuando seas mayor serás capaz de entendernos, a tu madre y a mi. Nunca fuiste una niña normal, todos los niños tendrían sus cumpleaños con el resto de compañeros, podrían salir a jugar a la calle sin peligros, podrían echarse pareja cuando tuvieran más edad, no tendrían preocupaciones. Pero tú no. Y aunque me sienta muy mal al decirte esto la culpa no será tuya, sino de tu madre y, sobre todo, mía.
Me gustan mis errores. No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme pero a pesar de ello sé que os arrastro en ellos a vosotras.
Para explicártelo todo necesitaré tiempo, y sé que eso es lo que menos me queda.
Recordarás hija los múltiples viajes que hacíamos a dispares lugares del mundo: Suiza, Egipto, India, Roma, Paris... Recordarás las importantes reuniones de negocios que tenía muchos días y noches. Recordarás  todas esas noches en las que llegaba a casa y, creyendo que tú seguías dormida, veías como tu mutilado padre iba en busca de tu madre para que le curase las diversas heridas que sufría en, como los llamaba tu madre, mis “mandados”.
Te preguntarás el por qué de todo esto. O tal vez ya te hayas hecho tus propias ideas. 
Ninguna hija desearía que la profesión de su padre fuera la que te voy a confesar ahora mismo, porque tener que vivir apartado de cierto tipo de personas tiene que ser muy doloroso y eso mismo es lo que yo estoy haciendo con vosotras.
 Hija, Loreen, me dedico al mundo del robo. Soy un gran mangante. Pero no de los que roban por avaricia, nunca lo he hecho ni nunca lo haré. Robo a la gente que tiene cosas que no son suyas, que ellos mismos han robado, o que al estar en su posesión fastidian al resto del mundo. 
Todo el mundo cuando va al colegio y le preguntan a qué se dedica su padre no piensa en decir “Mi padre es ladrón”. Todas esas noches, esos días, esas heridas y esos viajes se debían a los negocios que yo había ido formando con el paso de los años. Y ahora tendrás muchas dudas, que yo obviamente te voy a explicar.
Te preguntarás como acabe haciendo lo que hago.
Todo se debió a que siendo un adolescente mientras jugaba al fútbol en un barrio de mi ciudad, la pelota se fue disparada hacia una casa donde vivía un viejo cascarrabias. No era la primera que acababa en su jardín y tampoco iba a ser la última. El caso es que nunca recuperábamos esas pelotas. Por lo que un día me armé de valor y decidí meterme en la casa y recuperarlas. Después de pasarlo muy mal, saqué la pelota que habíamos perdido ese día y todas las que habíamos perdido desde que ese viejo se mudo allí. Gracias a la adrenalina que sentí ese día y  al descubrir lo bien que se me daba, empecé a hacerlo a mayor escala. Espero que no me tomes como ejemplo a seguir. Pero empecé a robar exámenes de profesores, recuperando cosas que los matones nos quitaban,... Hice un pequeño negocio durante mi juventud y la CIA al descubrirlo le interesó. Por lo que empecé a trabajar desde bastante joven como agente especial, me adentraba en mafias y asociaciones, y recuperaba o robaba objetos que la CIA necesitaba. Así fue como conocí a tu madre.
Fue durante una misión a Suiza. Me la encontré en la orilla del lago Zürisee y me fijé en ella, pero no actué. Me entró vergüenza y no fui capaz de acercarme. Por lo que la vigilé, espié y descubrí sus movimientos. Y un día mientras ella tomaba un café en una cafetería del centro con unas amigas le hice llegar por el camarero un libro que había descubierto que le encantaba “Matar a un ruiseñor”, una rosa y una tarjeta. A partir de ahí empezamos a quedar y fue como nos enamoramos. Cuando le conté mi realidad no le importó y, he de decir, que siempre me ha apoyado en todo y ha sido la mejor compañera que he podido tener en mi vida.
El caso es que después de diez años trabajando para la CIA descubrí un pequeño complot y desaparecí de su organización. Eso sí, seguí trabajando por mi cuenta. Me busqué un gran equipo y libramos diferentes misiones buscando objetos preciados. El grupo éramos tu madre, mi gran amigo James, Alan, Charlie, Rose y yo. Nos mantuvimos escondidos bajo nombres falsos para poder vivir decentemente bajo nuestra verdadera identidad. El mío era Cooper, se me ocurrió al ver una novela que tu abuelo estuvo un tiempo leyendo “El último Mohicano”  del autor James Fenimore Cooper. En cambio, tu madre decidió llamarse Verena, que es el nombre de tu abuela materna.
Sé que todo esto te pillará por sorpresa, sé que tal vez te disguste la realidad que te hemos intentado ocultar y sé, perfectamente, que yo no voy a estar ahí para poder explicarte todo esto con más detalles. Por eso te escribo Loreen, para que entiendas lo que sin nosotros jamás podrás entender.
Después de esta declaración querría comentarte una cosa. Si me pasase algo le pedí al abuelo que te diera un libro que yo mismo escribí. Si eres como yo, sé que ya habrás intentado sacar conclusiones de él, pero créeme que no podrás sin la información que necesitas.
Ese libro es muy, pero que muy preciado. Sobre todo para los que saben de su existencia. Se trata de un gran tesoro. Hemos estado años detrás de él pero siempre se nos escapa mucha información de las manos. Desde hoy hace 6 meses que deje el robo y con ellos a todos mis camaradas. Me dispongo a escapar lejos con tu madre, pero a ti te dejaremos con los abuelos por tu propia seguridad. El viaje es peligroso y te vendremos a buscar cuando todo se haya calmado. La realidad es que mis antiguos compañeros están buscando ese libro. James, tu madre y yo durante estos meses hemos descubierto bastantes cosas y vamos a ir a averiguar si nuestros descubrimientos son verdaderos o no. Por si fallamos, queremos que tu guardes el libro y que por nada del mundo dejes que caiga en manos ajenas a las tuyas. Nadie, absolutamente nadie, podrá saber que tú lo tienes porque te pondrías a ti misma en peligro. 
Hija, es el mejor consejo que puedo darte como padre.
Quiero que sepas que te quiero, más que a mi propia vida y que haré lo posible para que puedas mantener una vida normal. Aunque la decisión final la eliges tú. Podrías continuar mi investigación o podrías destruir el libro, yo te doy opciones. Sé que no es lo que normalmente diría un padre, pero podría decir que no me siento ahora mismo como un padre, sino como un compañero. El caso es que tanto tu madre como yo te queremos, y nos sentiremos orgullosos tomes la decisión que tomes.
Te queremos hija.
Ryan Bradley Yeatts y Samantha Marilyn Yeatts

Había leído tres veces la carta desde que había llegado del trabajo. El señor Chang no  vino al final de mi jornada así que me largué cerrando la puerta con llave. Lo sentí mucho pero no pude evitar traerme a Chachito, lo tengo escondido en mi cuarto ahora. Nadie ha venido a la casa aún, por lo que estamos arriba tranquilos.
Tengo el libro encima de mi cama. Nunca le presté un interés tan grande. Lo guardaba en lugares tontos que cualquier persona podría haber encontrado, pero, desde ese día, lo llevaría guardado en mi bolso. Sería como mi propia vida.
No sabía que hacer. Descubrir en cuestión de segundos que tu padre era un ladrón es algo bastante fuerte. No da muchos detalles de lo que hacía mi madre, tal vez no fuera muy relevante...
El resto de la tarde fue un continuo ir y venir en la habitación. No podía quedarme quieta ante lo que acababa de descubrir. Y tenía los nervios a flor de piel. Por suerte Chachito me alegraba las horas de soledad que tuve en la casa.
A altas horas de la tarde llegaron los señores Thurmond. No mostraron interés alguno en mi por lo que pude comer tranquila e irme a mi cuarto rápido. Escondí el libro lo mejor que pude, metí a Chachito debajo de mis sábanas y me dispuse a dormir.

En el piso de abajo. La situación no mejoraba. No habían ido a trabajar, se habían pasado la tarde paseando y buscando planes con los que hacerse con el libro. Los nervios estaban a flor de piel en el matrimonio. Se respiraba en el ambiente. Habían discutido de tal forma que la señora Thurmond había echado a su marido de la habitación esa noche. A Thomas le tocó dormir en la litera de sus hijos.

Cada uno de los tres pasaba el miedo a su manera. Cada uno en una habitación distinta sufría sus temores en solitario esperando a que el sueño se los llevará para llevarlos a un mundo nuevo, del que ellos serían el rey o reina y que podrían manejar a su antojo. El viernes para dos de ellos era la fecha clave, para la otra no había un tiempo límite, tan solo su propia vida. Pero tal vez estos dos se sorprendían teniendo la visita antes de lo esperado, aunque la gente que espera veinte años a un tesoro pueden tener la voluntad de esperar tres días más, ¿o no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario